A continuación rescato un articulo sobre la Gorgoracha, paraje que aunque puede parecer que no tiene mucha importancia en nuestra comarca, tuvo una buena época donde contó con escuela, iglesia y oficina de correos. Hoy días es una zona de cortijos de recreo y algunos invernaderos.
El artículo lo he recadado del blog "De Castro ero y bailar nos sepo".
La Gorgoracha es un caserío perteneciente en la actualidad al termino municipal de de la localidad granadina de Vélez de Benaudalla. Está formado por multitud de cortijos diseminados, hoy abandonados o convertidos en estancias esporádicas de fines de semana o vacaciones.
Perteneció a Motril desde el siglo XVII hasta fines del XIX, época en la que se produce su segregación definitiva. Hasta hace poco gozó de gran actividad agrícola y ganadera, especialmente en lo que se refiere a la cabaña caprina, cultivos de secano y utilización de tierras para pastos.
En 1860, año en que se concluye la obra de fábrica del impresionante túnel de bóveda de medio cañón que lleva su nombre, con el que se paliaba la histórica incomunicación entre Granada y su costa, La Gorgoracha todavía pertenecía al término de Motril.
No podemos precisar el año exacto del nacimiento de este título nobiliario. Fue durante el denominado Sexenio Democrático (1868-1874), entre la Gloriosa y la Restauración Borbónica. La primera persona en ostentar el título fue un motrileño a quien el cambio de color de su sangre le costó una respetable cantidad de las recién nacidas pesetas. Tampoco, de momento, podemos aportar la identidad de este advenedizo noble motrileño. Absténgase, mientras tanto, los aficionados a la heráldica y a la genealogía de consultar los manuales al uso.
El I Marques de la Gorgoracha a la hora de adquirir tal rango contó con la inestimable ayuda de otro motrileño, cercano y muy bien relacionado con un importante y pintoresco presbítero granadino de apellido Segura, popularmente conocido como “Segurilla".
El cura Segura: de la admiración al escándalo.
Desconocemos cómo y cuándo fija su residencia en Granada. Parecía tener mucho dinero. Vestía lujosamente, mas de seglar que de clérigo. Se hizo capellán del regimiento de Voluntarios de la Libertad (o milicianos), que le atrajo las simpatías de los revolucionarios, sin que dejaran de aficionársele los reaccionarios por su carácter sacerdotal y el fasto, casi de príncipe de la iglesia, del que se rodeaba.
Cuando vestía de negro lo hacía con el corte propio del sacerdote italiano; muchas veces usaba el habito morado, pero sin cruz pectoral, y decía que era el traje propio del camarero honorario de su Santidad. Se instaló con cierto lujo y bastante boato. Amuebló su casa admirablemente llenando sus pareces con retratos del Sumo Pontífice, de la mayor parte de la Corte de los Cardenales que a la sazón existían y de muchos príncipes de las casas reinantes, todos ellos con dedicatorias muy cariñosas y efusivas hacia su persona.
Su escritorio estaba lleno de cartas con membrete de la Corte de Baviera y de la Corte Pontificia. Hasta el propio Arzobispo de Granada, D. Bienvenido Monzón Martín y Puente, se hizo acreedor de su confianza, cuando costeó la novena en honor de Nuestra Señora de las Angustias (patrona de la ciudad). Asistió a todas y cada una de las funciones religiosas acompañando al Arzobispo, sentados ambos en dos doseles colocados en un lugar preferente del presbiterio de la Iglesia de las Angustias.
De su casa se contaban maravillas: que tenía estatuas de plata, cuadros de Murillo, Alonso Cano y otros maestros de la pintura española. Nadie dudaba de las riquezas y pompas del curilla, que pocos años antes había salido de Granada muy pobre. Se decía que había ganado millones jugando a la bolsa y que tenía intimas relaciones con Rivero, Becerra y otros prohombres de la Gloriosa.
Cuando daba sus últimos coletazos la Primera Republica en España se destapa la audaz estafa tramada por Segurilla, así conocido por su aspecto físico nada extraordinario: era de color moreno y de estatura más bien baja, vivo de genio, ojos chispeantes con cierta fuerza sugestiva favorable para sus planes de codicia, que a la postre le llevarían al arresto y posterior ingreso en prisión:
Dice el Diario Español:
“Hoy se ha dicho que la prisión del cura Segura en Granada, es debida a habérsele encontrado algunos documentos y papeles relacionados con la muerte del general Prim”.
Esta escueta nota informativa es lo único que hemos sido capaces de encontrar sobre este novelesco affaire entre las páginas de la prensa histórica digitalizada. Esta tomada de un diario de tirada nacional (El Imparcial de 1 de noviembre de 1874). Entre las colecciones de prensa histórica granadina, que pudieran clarificarnos el asunto, no aparecen ejemplares de ese año.
Ha sido en un artículo publicado en El Defensor de Granada, bastantes años después, salido de la pluma del periodista y escritor cordobés Rodolfo Gil, del que nos venimos nutriendo hasta ahora, donde encontramos todos los pormenores de la rocambolesca historia de la estafa perpetrada por este sacerdote. Su presunta relación con el asesinato del general Prim debió de ser una cortina de humo para desviar la atención de la verdadera naturaleza de sus delitos. Presuponemos que por aparecer mezclada la todopoderosa iglesia católica, apostólica y romana y por hallarse implicados famosos, adinerados e incautos personajes granadinos, entre ellos algunos pertenecientes al orden sacerdotal, el asunto no se aireó demasiado. Según Rodolfo Gil, “Segurilla” era en Granada y España toda, representante de una sociedad secreta revolucionaria, que por medios pacíficos, iba a trastornar el mapa político de Europa. De aquella fantástica sociedad formaban parte, entre otros, Moltke, Bismark y el mismísimo Santo Padre (Pio IX). Así constaba en los documentos hallados por la policía en su casa y puestos a disposición del Sr. Juez.
Un sacerdote granadino, perteneciente al pelotón de incautos que le habían aflojado importantes cantidades de dinero, observó que en un escrito de su puño y letra redactado en latín había considerable número de errores gramaticales, lo cual le hizo sospechar, y por ahí, por ese hilo, se descubrió el ovillo, y se vio que era un farsante y estafador que había engañado a medio Granada.
El timo seguía los siguientes pasos:
1º Segura atraía a sus víctimas, deslumbrándolas con el brillo de la aparente opulencia de su casa y de su persona, y las iniciaba en los misterios de la sociedad secreta.
2º Los seducidos cuando ingresaban en la sociedad tomaban un título pomposo y se obligaban a soltar 25.000 duros.
3º Como pocos eran capaces de aportar en efectivo tan respetable cantidad, el presbítero Segura, en nombre y con poder de la sociedad, se ofrecía para cubrir el resto con unos papeles litografiados a modo de billetes de curso legal.
Como mínimo trincaba entre 2.000 y 10.000 duros de cada incauto estafado, que además se obligaba a firmar, sin reparo alguno, un pagaré por la diferencia adeudada.
No trascienden los nombres de los mismos, sólo sus dignidades:
“Un barbero de Granada, muy acreditado, soltó 3000 duros a cambio del título de general de…; un farolón de un pueblo de la sierra aflojó más de 5.000 por el título de Príncipe de las Alpujarras; y un pollo, que en Motril tenía un buen empleo, también fue víctima de Segurilla, a quien sirvió de criado, habiendo ido una vez a Bilbao a depositar en el correo una carta que contenía hondos secretos de la Sociedad”.
Este último sedujo a su vez a otro motrileño, que embaucado dio al cura 3.000 duros y tomó de sus manos el título de “Marqués de la Gorgoracha”. Se había enriquecido de pronto y tenía la vanidad del plebeyo endiosado, amén de los humos del marquesado que creía poseer desde que Segura le otorgó tal título.
Se contaba que el motrileño de la Gorgoracha trataba de marquesa a su mujer y solía decirle: “No sabes darte tono. Ponte el sombrero o la capota y no te lo quites ni para entrar en la cocina. Las marquesas son siempre marquesas, hasta roncando”.
Todos los títulos expedidos llevaban aparejados un sueldo por un importante montante anual que se haría efectivo el día del Triunfo. Entre su variado catálogo de condecoraciones y distinciones se hallaban también los títulos pontificios, cruces de San Gregorio Magno y otras del mismo abolengo, y hasta medallas honoríficas de las otorgadas por las grandes naciones europeas.
Cuando fue llevado ante el juez tuvo que responder a la siguiente pregunta:
¿Para qué quería usted estos billetes de 1.000 a 10.000 duros?
En Suiza, contestó este, vive un amigo mío tan rico y tan caprichoso que ha empapelado una de sus habitaciones con Billetes del Banco de Londres, y yo, que no soy tan rico, me he dado el gusto de inventar esos billetes especiales con un fin idéntico, pero no me ha dado tiempo para empapelar mi gabinete.
Así, con más o menos ingenio y cara dura, respondía el autodenominado “Señor de los Siete Estados Libres” al interrogatorio del señor juez. Fue condenado, aunque según Rodolfo Gil la pena que le fue impuesta no fue demasiado dura, ya que la mayoría de los estafados, que fueron muchos, no presentaron denuncia y negaron el engaño por la sensación de ridículo que sobre ellos pesaba.
Su estancia en presidio apenas si sobrepasó el medio año ya que logro fugarse:
“De la cárcel de Granada se ha fugado el famoso cura Segura con todos sus consortes. Los empleados están procesados, pero los fugitivos no aparecieron”.
(La Epoca: 5 de mayo de 1875)
De esta nota se desprende que algunos de sus principales compinches (consortes) fueron también detenidos y condenados. Presumiblemente entre ellos se encontrara aquel joven motrileño que actuara como su criado y secretario particular, a la postre, responsable último del nacimiento del Marquesado de la Gorgoracha. La colección de sombreros de la marquesa consorte quedaría, por vergüenza, arrumbada en el lugar más inaccesible de su aireado palacete de recreo.
Las noticias sobre el destino final del cura Segura proceden también del artículo de Rodolfo Gil inserto dentro de un libro titulado “El país de los sueños. Páginas de Granada” publicado en el año 1901 (capítulo VIII: Tipos y costumbres), durante la etapa en la que el escritor y periodista perteneció a la redacción de El Defensor de Granada.
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(Diario de Córdoba 10 de octubre de 1901)
Existe de este libro una bonita y cuidada edición facsimilar publicada por la casa editorial Albaida en año 1992.
Parece
ser que el cura Segura pudo escapar de la cárcel granadina gracias a sus tretas
y especiales dotes de persuasión:
“Huyó
al extranjero donde, hace doce o catorce años, se dijo que había muerto
de muerte natural, según unos, y violenta, según otros”.
Puestos a darle rienda suelta a la imaginación, hasta pudiera darse el caso,
visto el cúmulo de intrigas y situaciones inverosímiles, que su fuga fuera
orquestada por los servicios secretos de alguna cancillería europea o por el
propio estado Vaticano, para evitar que salieran a la luz detalles de esa
supuesta trama conspirativa.
Difícil tarea la de discernir cuanto de histórico y de literario tiene la prosa
de Rodolfo Gil. El caso, según esas escuetas noticias aparecidas en la prensa,
fue real. Resulta extremadamente anómala la escasa o casi nula cobertura que se
le prestó en las cabeceras de la prensa periódica nacional, dado su especial
corte novelesco y sensacionalista.
De momento hemos de considerar al “Marques de la Gorgoracha” como
un personaje nacido de la ficción literaria hasta que seamos capaces de dar con
fuentes que certifiquen la verosimilitud de esta historia.
Además de la prosa de Rodolfo Gil nos hemos servido de las vistas parciales de
un trabajo aparecido en un número de la Revista de criminología, psiquiatría y medicina legal del
año 1921, editada por el Instituto de Criminología de la Penitenciaria Nacional
en Buenos Aires. Aparecen en él nuevos y diferentes detalles, que nos hacen
abrigar la esperanza de pudiera beber de una de esas voluminosas colecciones de
Jurisprudencia, todavía inaccesible, que nos permita con el tiempo ponerle
nombre y apellidos al primer y último Marqués de la Gorgoracha. |